Aníbal Gómez (Ojete Calor): «Me gusta mucho hacer música por ensayo y error»

DJ, cantante, actor, presentador, entrevistador, escritor de literatura juvenil, ilustrador. Cuando algún día, si acaso te sucede alguna vez, no te sientes creativo o productivo, tienes un problema.

Me ha pasado. A veces me levanto y no me siento identificado con nada de todo eso. Ese día me convierto en un espectador y me dedico a chupar la sangre de gente creativa. Sobre todo me dedico a ver cine.

Tienes días de «hoy no quiero crear nada».

¡Desde luego! Pero nunca hay que olvidar que cuando ciertas actividades se profesionalizan, hay momentos que te recuerdan que son un trabajo que hay que hacer.

Sabiendo cómo funciona este país, en el que la cultura no se premia, o desde luego no como en los países anglosajones donde el estándar económico y social general de las figuras culturales y/o mediáticas es mucho más alto, esa versatilidad tuya ¿es voluntad profesional o un «hay que sobrevivir, hay que pagar facturas»?

Solo puedo decir que desde pequeño siempre he querido ser una de esas personas que se sube a un escenario a entretener. Y que cuando partes de cero, sin padrinos, o sin venir de una familia del gremio, todo es un sí. En efecto, tal y como están las cosas es un lujo poder trabajar de lo que te gusta. A veces parece un milagro.

Por tanto habrás tenido épocas en las que, tras enumerar en todo lo que trabajas, participas y/o colaboras, te habrán dicho aquello de «oh qué bien, ¿y de qué trabajas?».

Ese antes y después te lo da la exposición pública. Ahí dejan de preguntártelo. Cuando no la tienes y trabajas más «escondido» es cuando te lo preguntan. Me pasaba antes de Ojete Calor, y ya vivía de lo mío.

Qué curioso que cuando quisiste debutar en la escritura [con El alucinante mundo de Rafaella Mozzarella: 3 historias para empezar una saga, Fun Readers, 2019] fuera en la literatura juvenil.

Fue una casualidad. Una editorial de peso me contactó para llevar a cabo un proyecto con el que reenganchar a la lectura al público joven a través de algo más transgresor de lo habitual. Me gusta tanto escribir, de siempre, que si me hubieran propuesto un relato de terror para ancianas también habría dicho que sí. Fue cuando recordé cosas como La bola de cristal, transgresor pero perfectamente accesible y con gancho para ese tipo de público.

Y tu siguiente paso como autor en el campo de las páginas, ilustrador [con el cómic/novela gráfica Estoy regular, Ediciones Hidroavión 2020; recopilación de obras realizadas durante varios años que incluye reinterpretaciones de carteles icónicos del cine y retratos de personalidades, además de textos].

Otra de mis bromas ha sido siempre dibujar, sobre todo a mis amigos. Y llegó el momento en el que me dijeron «¿por qué no los publicas?». También con textos, claro. Sí, a veces es todo muy random [ríe].

Cabe entonces preguntarte a qué actividad dedicas más horas random, si a componer, escribir o dibujar.

Lo que más he hecho siempre ha sido componer música. Además, me gusta mucho hacer música por ensayo y error. Tengo muchísima que nunca saldrá a la luz.

Trabajas solo y también en equipo. Qué gustito decidirlo todo en individual sin tener que consultar con nadie. ¿O prefieres el trabajo colectivo, a partir de dos?

Depende del día que me lo preguntes [ríe]. En concreto, con Carlos los dos somos de darle muchas vueltas a todo, y eso al final siempre es beneficioso. Somos muy afines en nuestra manera de trabajar. A veces decidirlo todo uno mismo se puede volver en tu contra. En solitario Ruido Paraíso consigo llegar a un resultado final, en Ojete para llegar a ese final necesitas a alguien. El personaje de Aníbal Calor funciona con esa química mágica.

¿Ese dar mil vueltas que comentabas con Ojete Calor es lo que ha generado que no sea un proyecto especialmente prolífico? Desde luego no se adapta a la dinámica actual mayoritaria de sacar un single al mes.

Desde luego. Ojete Calor es uno de los proyectos más atípicos que existen, y eso que empezó como un pasatiempo. Aún no nos permite dejar nuestros respectivos otros trabajos para vivir solo de ello, pero podemos permitirnos sacar temas cuando nos apetece.

Está mal repetirse. Lo digo porque si Ojete Calor ya lo petaron en el WiZink Center de 2022, ¿por qué pretender petarlo otra vez el próximo 24 de diciembre allí mismo?

¡Por eso mismo! Queremos hacer un espectáculo diferente y mejor, también rompiendo con la ley no escrita de que las segundas partes son siempre peores. Pero estamos seguros de que será peor, por eso lo hacemos.

Muy bien ese populismo de «Collar fular» [su último single, de abril de este año]. ¿Que está de moda el hard techno? Pues toma hard techno.

Ojete Calor siempre han sido muy eclécticos, hacer un hard techno no es tan raro. Lo mismo podrían haber hecho un minué que pop country.

¿Ojete Calor practica el populismo elevado? Porque fuera tonterías: hay textos, y no solo uno, que son radiografías sociales certerísimas. Que tiemblen Bauman o Žižek.

[ríe] Ojete Calor viven en su planeta. Si te contestara indirectamente como Aníbal Calor y no como Gómez, te diría que lo que nos inspira es Saber y ganar, Cifras y letras y el cine quinqui. Y que hemos ido mucho a la ópera.

Con tanta corrección y dictadura del mero envoltorio, de las a menudo nada más que palabras, cuando se ha llegado a prestar más atención a la forma externa más que al mismo significado, fondo o trasfondo, aunque de manera evidente la intención no sea más que una licencia artística sin voluntad alguna de ofender o discriminar, ¿ha habido que replantearse o se ha llegado a discutir la autodefinición de «subnopop»? Por «dismipop», «discapapop» o lo que sea.

Para nada. Discutir sobre los límites del humor ya aburre. Además, Ojete no son pioneros del «subnopop». Mecano o Nek ya lo practicaban, solo que no lo sabían.

Voy a pensar una alineación más perfecta, redonda y potente que Ojete Calor y Ladilla Rusa. (…) No se me ocurre ninguna.

Ladilla Rusa son nuestros primos del alma y el único grupo que nos interesa. ¿Antes hablaba de la ópera? Añade Ladilla Rusa.

Pregunta para el DJ desde uno que también hace lo propio como extra: la gente está empanada. Sabemos todos que a día de hoy por mucho que le guste una canción lo habitual es que no se sepa ni el título. Y peor: ¿alguna vez te han pedido «Pon esa canción de Ojete Calor de ‘Kitt’»? O «la del niño ese que hacía películas en su casa».

La verdad es que no. Pero me daría igual, por lo que te decía antes y porque son dos temas tremendos que pincho mucho. Tampoco es algo raro: con Muchachada había quien llamaba Julián López a Joaquín Reyes.

Para el final, puede que la pregunta más importante: ¿cuándo vuelven Ruido Paraíso?

Ahí tengo una decisión pendiente. Sé que el año que viene sacaré single, pero no sé o no creo que saque un disco completo. Lo que sí creo, o sí sé, es que no me apetece ponerme tan inmersivo como en el anterior Gran Atlas [álbum de diez temas, Universal, 2019].